Existe una creencia muy habitual en el ser humano que, lejos de hacernos más grandes, termina por empequeñecernos. Y es la idea de que nuestro poder abarca todos los rincones del universo.

A simple vista podría no parecer así ¿Creerme el centro yo? ¡Para nada!, pero a la hora de la verdad lo cierto es que no dejamos de culparnos por mil y una cosas que poco o nada tienen que ver con quiénes somos.

Un amigo me lo dijo: Si diste todo cuanto tenías y no salió, entristece. Pero hazlo a la vez que sonríes.

Y es que no es fácil asumir que el mundo es frecuentemente injusto, pero siempre es mucho más valiente que dejar de intentarlo, seguir castigándonos y negarnos a la evidencia de que, al final, lo único que importa es aquello que hacemos con lo pequeñiiiito del mundo que todavía podemos transformar.

Vamooo arriba… Levántense, porque el sol siempre sale todos los días y hay que agradecer este gran regalo de Dios!