El gran Gandhi decía: -Ten cuidado cuando señales, pues cuando lo haces, tres dedos te señalan a ti-. Qué razón tenía!

Y es que muchas veces nos volvemos expertos en remarcar las imperfecciones de los demás y, lo que es peor, ¡nos olvidamos de que todos las tenemos!

Para transformarnos en auténticos descubridores de belleza, debemos aprender que la propia belleza del mundo no es la suma de todas las cosas bellas, sino el resultado de unir lo más brillante con lo menos hermoso, los momentos buenos con los menos agradables. Todo lo demás es solo una selección de elementos que no representa la verdadera grandeza de la vida, un álbum de recortes apartado de la inmensa realidad. Pretender vivir en exclusiva de los instantes radiantes no es otra cosa que ponerle vallas al mundo, algo así como atrincherarnos en nuestro pequeño jardín de flores y pensar que eso es todo cuanto hay.

¿Puede existir un mundo más pobre?

Tanto lo más bello como lo menos forman parte de un mismo todo. Se necesitan para existir. No es posible disfrutar con profundidad lo uno sin comprender y abrazar lo otro. 🤗

Cuando te sientas más que nadie, cuando creas que eres la persona más hermosa e inteligente del universo, recuerda esa mañana en la que las legañas rodeaban tus ojos en señal de que aquella noche estuviste llorando, recuerda lo torpe que eras cuando intentabas hacer por primera vez eso que ahora haces tan bien, así como el pequeño desastre en que te conviertes cada vez que, lleno de coraje, te lanzas a la aventura de emprender un camino nuevo. Hazlo y solo así sabrás que lo que vuelve especiales a las estrellas no es que brillen durante toda la noche, sino que no luzcan durante todo el día.