En el imaginario de nuestra vida existe una lista: están los que lo pasan por debajo como el baile del limbo y los que lo pasan por encima haciendo salto de altura.
De entre todas las necesidades básicas del ser humano, hay una especialmente desatendida: crecer.
Si bien es cierto que la búsqueda de seguridad, placer, amor, conexión, etc., son los pilares de nuestro edificio, el progreso personal es la cúpula que lo embellece. Dar el salto hacia la superación de nuestros límites constituye, frente a los pasadores de limbo, nuestro salto de altura. Hoy en día, hay mucha gente a la que no le gusta el concepto mejor. Estas personas defienden que -nada es mejor que nada- y que, como -todo es relativo-, no se debe comparar. Por el contrario, para las personas exigentes, esta palabra no se puede sustituir y mucho menos suprimir. ¿Qué hay de mejorar nuestras relaciones, nuestros defectos, nuestras capacidades… o de mejorar, por ejemplo, el medio ambiente? Uno de los primeros pasos para crecer es entender la diferencia entre mejorar y mejorarse, o mejor, descubrir que mejorar es mejorarse. El camino a la excelencia requiere superación, hambre y ganas de ser mejor. Es una lucha con uno mismo, no contra los demás. No se trata, por tanto, de mejorar para superar a otros o para alcanzar los primeros puestos del ranking. Se trata de mejorar porque la propia calidad de tu existencia va a mejorar, porque tus límites se van a ensanchar y porque tu vida se va a enriquecer.
¿Verdad que la comida está más rica cuando tienes mucha hambre? Pues la vida igual. El mundo es un bizcocho que ni se reparte en partes iguales ni tiene repartidor. Aquellos que tienen más hambre se llevan los trozos más grandes. Para quien aspira a una porción del bizcocho, una de sus palabras mágicas es más: aprender más, conocer más, esforzarse más, leer más, bailar más, viajar más… Ellos saben que no existe área ni momento en los que no podamos crecer, y que si algo tiene de bueno que nunca vayamos a ser perfectos es que siempre podremos mejorar. Pon tu orgullo y tu amor propio al servicio de crecer y trascender tus límites. Inconfórmate y aspira a las cimas más altas sin confundir el perfeccionismo con la sana exigencia. Sé más humilde, más generoso, más valiente, más interesante… Recuerda el poder de la palabra más.
Saca lo mejor de ti y cuando creas que no puedes más o no sepas por dónde seguir haz dos montones. Sí, es cierto que no es todo blanco o negro y que existen los grises. Pero tú haz dos montones. Coloca en uno de ellos lo que ahora eres y en otro aquello en lo que te podrías llegar a convertir. Después, ponte delante de ellos y decide hacia cuál empiezas a caminar.
Ha llegado el momento de dejar de vivir como aficionados y empezar a hacerlo como maestros.